Una de las más grandes objeciones a la idea de la Unión Europea es su lejanía de los ciudadanos. Es común escuchar frases cómo «¿qué van a saber unos burócratas no electos que despachan desde Bruselas sobre lo que sucede en el municipio de Alcorcón, España?». Aunque claramente es un tema muy complejo, creo que el fondo del argumento es sólido: ¿qué va a saber alguien que no está vive en una comunidad sobre los problemas que se viven en el día a día?
Si bien en México en teoría es un país federal, con Estados libres y soberanos, en la práctica somos profundamente centralistas. Las decisiones más importantes de seguridad dependen del nivel federal, no sólo en cuanto a estrategia global sino también en operación. El argumento natural para sostener este esquema es la debilidad, falta de experiencia y presupuesto de las fuerzas policiales estatales — lo cual ha resultado en entregar el país a una policía federal que llamamos «Guardia Nacional» y que depende del ejército (con todos los riesgos que esto implica), agravando aún más las deficiencias locales. De nuevo, un tema complejo, pero con un mismo hilo conductor: la toma de decisiones de seguridad y política pública de espaldas a la comunidad, sin tener pies en el terreno.
Claramente, los ciudadanos esperaríamos que las autoridades conozcan primero la realidad y diseñen política pública encaminada a solucionar los problemas que tenemos de forma justa y eficiente. Lamentablemente, parece que las decisiones se toman con premura y sin reflexión, con poca transparencia y socialización. En este contexto de centralización y, en algunos casos, cínica irresponsabilidad, pareciera que los ciudadanos no tenemos más que exigir a las autoridades que parece que sufren de sordera.
Aunque en este espacio hemos exhortado constantemente a que los ciudadanos exijamos a nuestros representantes, en esta ocasión queremos presentar una perspectiva diferente.
Cierto es que las autoridades deberían operar de cara a la ciudadanía. Esto es lo razonable y esperado en una sociedad democrática. Pero también es verdad que los gobiernos son fruto de la sociedad que los elige; en este caso, una comunidad apática, poco activa y participativa, cerrada sobre sí misma.
No es posible construir una casa de arriba para abajo. Si queremos que el gobierno tome en cuenta a la ciudadanía en seguridad, primero debemos abordar el tema de forma seria y decidida con acciones, no palabras. Los ciudadanos debemos arrancar la iniciativa, no sólo esperar a que las autoridades hagan su trabajo. Desde comités vecinales hasta actividades de discusión sobre lo que está sucediendo en el terreno, sobre lo que vivimos en nuestro día con día. Hacer comunidad viéndonos a la cara y compartiendo fraternalmente los miedos e inquietudes sobre el tema.
Los colectivos de madres y familias buscadoras de desaparecidos son ejemplo de esta perspectiva. Aunque tristemente su lucha surge de la inactividad de las autoridades, son una muestra de que podemos y debemos poner manos a la obra directamente. Naturalmente, no hablo de tomar justicia por propia mano, sino de tomar las medidas preventivas y correctivas que estén a nuestro alcance.
Tal vez así podamos exigir de mejor manera. Tal vez así, logremos que las autoridades cumplan con su trabajo.
Por J. Francisco Macías C.

