Matehuala es un municipio de San Luis Potosí con una población menor a cien mil habitantes que es un punto obligado en el tránsito hacia el norte, por ejemplo, en viajes de Ciudad de México a Monterrey. Incluso hace algunos días llegue a escuchar que probablemente la Carretera Federal 57, que cruza este pequeño pueblo, es de las más transitadas del país. Lamentablemente, ahora Matehuala también podrá ser identificada como «la dimensión desconocida en México», pues esta pequeña comunidad se volvió el epicentro de uno de los mayores casos de tráfico de personas en México.
El caso es una de aquellas historias totalmente surrealistas que suceden en el país con mayor frecuencia desde hace algunos años: una empresa de turismo de Guanajuato organizó un tour a Saltillo (primer punto extraño: ¿quién va de turismo a Saltillo?), y las dos camionetas con 23 viajeros desaparecieron en los alrededores de Matehuala. Después de eso, la información se convierte en un berenjenal terrible, plagado de información confusa y contradicciones de parte de todos los involucrados. Lo que sí sabemos es que después de la búsqueda las autoridades encontraron a más de 100 personas (ni siquiera se ponen de acuerdo en cuántas personas rescataron) que estaban privadas de su libertad en distintos puntos del Estado; incluyendo a los supuestos turistas de Guanajuato, quienes estaban secuestrados y uno de los choferes había sido asesinado a golpes por intentar huir. Se dieron cuenta que muchos de ellos eran extranjeros, víctimas de trata de personas con el sueño de llegar a los Estados Unidos (otro caso de éxito del INM).
El nivel de confusión es inaudito, y probablemente nunca lleguemos a saber exactamente lo que sucedió. Lo cierto es que todo esto pasó bajo las narices de los gobiernos municipal, estatal y federal… y probablemente, también con su colusión. En otras palabras: o las cosas pasan porque tenemos gobiernos inútiles, incompetentes y negligentes que no tienen control de su territorio, o porque los gobiernos son corruptos, criminales y traidores a su pueblo. Francamente, no sabría cuál de las dos opciones es más terrorífica.
Sea lo que sea, lo cierto es que el crimen organizado trabaja con carta abierta en el territorio nacional. Libre e impunemente asaltan y trafican con seres humanos. Estos grupos secuestran partes del territorio mexicano (como esta carretera federal) y lo usan a su antojo, privándonos a todos de aquellos espacios que son nuestros por herencia y derecho. Poco a poco los mexicanos vamos perdiendo pedacitos de nuestra soberanía en manos de aquellos que se dedican sistemáticamente a romper la ley. Y no sólo es un tema de espacios físicos, sino también de las libertades que perdemos y la tranquilidad que nos arrebatan.
En efecto, para los ciudadanos «de a pie» la tragedia no sólo es por las personas que han perdido la vida o se han visto directamente afectadas en su libertad, patrimonio o seres queridos por estas redes criminales que se reflejan en Matehuala. El temor de saber que nos puede pasar a cualquiera de nosotros en cualquier momento es insufrible. Aunque una buena parte del tema parece relacionado con lo migratorio, ¿puede un mexicano circular por carreteras federales con certeza de llegar a su destino? La experiencia claramente indica que viajar para conocer la grandeza de México es un deporte de alto riesgo en muchas ocasiones.
Gobiernos incompetentes o coludidos, criminales libres y poderosos, ciudadanos lastimados y atemorizados. ¿En verdad este es el México que queremos? Definitivamente no, y creo que tenemos que hacer algo para detener la descomposición que estamos presenciando. Debemos exigir al gobierno que cumpla con la labor que le fue encomendada, y que revele la verdad de lo que sucede en Matehuala y en el país; que se acabe la dimensión desconocida en donde el crimen organizado manda y actúa a su antojo. Y esta exigencia sólo será fructífera si nos aseguramos de que sea constante y consistente: no podemos dejar que se lo lleve el olvido. Cueste lo que cueste.
Tenemos que superar el miedo y reconocer que nuestro país merece ser salvado de sus gobiernos y sus criminales; por la grandeza de la herencia que recibimos de nuestros ancestros y para las generaciones que vendrán después de nosotros.
Por J. Francisco Macías C.

