A la memoria de los migrantes
fallecidos en el incendio de Ciudad Juárez
El día de ayer despertamos con la noticia de un incendio en el Centro de detención migratoria de Ciudad Juárez, Chihuahua. Rápidamente el asunto se volvió político: el congreso pidiendo la renuncia de los encargados, el presidente hablando de ello en la mañanera y girando instrucciones a una fiscalía que debería ser autónoma, entre muchos otros actos de politiquería. Sea lo que sea, el hecho es que los muertos están ahí y hasta el momento no ha pasado nada. Seres humanos en busca de una vida mejor las vieron truncadas derivado de la negligencia criminal de los burócratas responsables de su salvaguarda que los vieron como simples cargas.
Una línea de discusión es que el incendio fue provocado por los mismos migrantes como protesta por su detención, lo cual los haría responsables de su propia tragedia. Aun cuando esto pudiera ser cierto, al final hay una estructura gubernamental que tiene (o debería tener) los elementos para responder por aquellas personas que están bajo custodia en términos legales. Sin importar los actos de protesta que pudieran llevar a cabo los detenidos, es la autoridad quien debió velar por su seguridad. Pero en lugar de ello, el personal del Centro huyó dejando a su suerte a los detenidos quienes, encerrados, fueron presas de las llamas.
Parece rutinario que migrantes mueran en el peligroso camino que emprenden. Constantemente hay noticias de su asesinato a manos del crimen organizado, fallecimiento por las inclemencias del camino, o cualquier otra razón relacionada con su travesía (recuérdese, por ejemplo, los cincuenta y seis migrantes muertos en diciembre de 2021 dentro de la caja de un tráiler que chocó en San Cristóbal de las Casas, Chiapas). Nos vamos acostumbrando a las tragedias como ésta, y pasan a ser tinta vieja del periódico de ayer. Sin embargo, si bien en ningún caso deberíamos quedarnos con los brazos cruzados, en el incendio de Ciudad Juárez es algo más grave porque ocurrió bajo la responsabilidad de las autoridades gubernamentales. Y aunque ahora escuchemos una sarta de justificaciones y promesas de que «esto no quedará impune», lo único que sabemos es que las promesas de las autoridades mexicanas son fácilmente olvidadas — como la tragedia de los mineros atrapados en Coahuila en agosto de 2022. Otro caso similar es el del asesino de los jesuitas en Chihuahua en 2022: por más que el gobierno prometió «cero impunidad», casi un año después fue el mismo crimen organizado quien por alguna razón terminó con la vida del «Chueco». Y el gobierno sólo estuvo ahí para prometer nuevamente que no habría impunidad.
Traigo estos casos a colación porque parece que estamos a una distancia segura de los hechos que toman la vida de nacionales y extranjeros por igual en el territorio mexicano, hechos causados por negligencia criminal de las autoridades locales, estatales y federales. Crímenes que claman al cielo, pero que carecen una respuesta inmediata y oportuna de las autoridades: ni una explicación coherente, menos una comparecencia frente al pueblo o una renuncia; sino simplemente una apuesta al tiempo y a la mala memoria de los mexicanos para que todo quede borrado en miras a la próxima elección.
Claro, parece seguro dejar pasar estos hechos cuando estamos leyendo las noticias desde la comodidad de las ciudades como Guadalajara, Monterrey o Ciudad de México, muy lejos de los puntos de control migratorio, de las actividades industriales peligrosas, o de la Sierra Tarahumara, como en los casos antes citados. Por eso la impunidad en estos casos puede ser simplemente intravenosa para nosotros, como una simple molestia con la luz roja del semáforo.
Lo cierto es que, tarde o temprano, la tragedia llegará a nuestras puertas si no exigimos que la autoridad asuma las responsabilidades que le corresponden. Porque no sólo son temas de control de fronteras o de regulación de actividades industriales, también son el combate a la violencia, la impartición de justicia y la garantía de seguridad para todos. Una verdadera nación en paz sólo puede ser construida desde la responsabilidad.
No podemos olvidar que todos estamos atrapados en el incendio y, si dejamos que los responsables simplemente se laven las manos con discursos vacíos en conferencias de prensa, perpetuaremos el país en el que no pasa nada… hasta que nos pasa.
J. Francisco Macías C.
Agradecimiento especial a Carlos Fernández, por sus oportunos comentarios
y correcciones a una versión anterior de este texto.

